La mochila está a punto de explotar
El “paso del Ecuador” va a dar dolores de cabeza a zETAp. La habilidad manipulativa de Rub al-Kaaba no va a ser suficiente para tapar los agujeros negros que se salen a la luz día tras día. Hoy, la entrega XXIX de la serie “Los agujeros negros del 11-M” en El Mundo nos hacía saber que las pruebas encontradas en la furgoneta de Alcalá, en la que se basó la atribución del atentado a al-Qaeda y al terrorismo islámico fueron fabricadas por la Policía científica de Canillas: la furgoneta estaba vía cuando se encontró. ¿Por qué la edición digital de El Mundo no ha puesto la noticia en portada?
Los policías de Alcalá no vieron nada. Nada de nada:
El inspector con carné 65.239 no encontró nada significativo.
El inspector 79.858, de la Brigada Provincial de Información de Madrid, del grupo anti ETA, advierte de «que no se dan los elementos exteriores identificativos» que puedan vincular la furgoneta con la organización terrorista de la que es especialista. Ni con ETA ni con ninguna otra, porque no advierte nada más.
El inspector 80.447, que llegó al lugar hacia las 11.00 horas, hizo gestiones en la estación de tren. Ha declarado al juez Del Olmo que «vio todo el desarrollo policial para entrar en la furgoneta», queriendo hacer especial mención de que «el único que entró en la misma fue el perro de la Unidad Canina». El policía declara también que su función principal fue la de «asegurar que los elementos de prueba que pudieran existir en el interior de la furgoneta no se vieran alterados». Escoltó, además, «en un vehículo policial, a la grúa que trasladó a la furgoneta hasta la Comisaría General de Policía Científica en Canillas».
Estuvo ayudado en esa labor por el policía 82.709, quien corrobora lo anterior, además de afirmar que se forzó el portón trasero para que pudiera entrar el perro.
Pero la declaración más relevante por su cercanía física a los hechos y por su especialización es la del inspector jefe del Grupo Local de la Policía Científica de la comisaría de Alcalá, el que ordenó forzar la puerta.
«NADA ANORMAL»
En su primera inspección ocular desde el exterior, Luis Martín Gómez no ve «nada raro que se aprecie a simple vista». En la parte trasera no aprecia «nada anormal», a pesar de que la rejilla que separa la zona delantera de la zona de carga «es diáfana completamente, no observando nada anormal ni que le induzca a sospechar que pueda haber un artefacto». Estamos hablando de un experto en Policía Científica, no de un ciudadano cualquiera. Es decir, alguien para quien una bolsa, un jersey o una caja de herramientas resultarían sospechosos por poder ocultar explosivo, o de enorme interés policial por poder contener ADN de los usuarios del vehículo.
El propio Luis Martín, un hombre respetado en la comisaría de Alcalá por sus conocimientos y su integridad, describe al juez cómo fuerzan el portón trasero para que pudiera introducirse el perro, sin que éste olfateara nada sospechoso. También relata cómo, más tarde, se introduce él mismo en la zona de carga para desbloquear el pestillo de la puerta del pasajero, metiendo el brazo a través de un hueco lateral de la rejilla. Cómo, a continuación, sale de la furgoneta y, ya en el exterior y después de cerrar el portón trasero, abre la puerta desbloqueada y, «sin llegar a sentarse en el vehículo», coge la palanca de cambios y la pone en punto muerto para que la grúa pudiera arrastrarlo.
¿Por qué no menciona en su declaración contenida en el auto si ha visto una bolsa con detonadores o si ha descubierto cualquier otra cosa en el interior de la furgoneta? Pues porque Del Olmo, incomprensiblemente, no se lo pregunta.
Claro que Luis Martín ya lo había dejado claro durante su comparecencia en la Comisión de Investigación del Congreso de los Diputados el 14 de julio de 2004. En repetidas ocasiones, y sin que nadie le hiciera el menor caso, aseguró que la furgoneta estaba vacía.
«No vi nada que me llamara la atención en el vehículo; vi una zona de carga que estaba en principio vacía» [...] «La zona de carga está vacía, que no hay nada ahí» [...] «Lo único que le puedo decir es lo que veo y en el momento de entrar en el habitáculo, quiero que quede muy claro, no se aprecia absolutamente nada.No hay nada» [...] «Me tuvieron que echar una mano [para abrir el portón] porque, la verdad, es que esto de la palanqueta no se me daba demasiado bien» [...] «En principio habíamos visto que [la zona de carga] estaba vacía» [...] «No veo ningún objeto que revistiera peligrosidad. Si lo hubiera visto, hubiera llamado al equipo de los Tedax». Los Tedax, a pesar de estar anunciada su llegada, nunca se trasladaron a Alcalá.
En dos palabras, los cinco policías que inspeccionaron inicialmente la furgoneta no vieron nada. Tampoco los perros detectaron explosivos. Sin embargo, en Canillas la Policía encontró casi un bazar persa:
no sólo una bolsa con siete detonadores, un trozo de cartucho con dinamita y una cinta con versos del Corán, sino también casi un centenar de objetos que se detallan en estas mismas páginas y que se clasificaron en 61 evidencias. Las mismas que el 12 de marzo, el día después de los atentados, enseñaron al dueño de la furgoneta, José Garzón Gómez, y que reconoció en su mayor parte como de su propiedad. ¿Cómo es posible que los policías no vieran en el interior del vehículo todo ese cúmulo de objetos, cuya mayor parte era imposible de camuflar?
Tremendo, porque esto indica que las ropas habían sido retenidas por la policía de Canillas. Esto es lo que vieron unos y otros...
Sigue el artículo con otro asunto capital:
No perderemos ni un minuto en recordar algo obvio. El informe sobre la coincidencia entre esa dinamita de la Kangoo y la encontrada en la mochila número 13 (la que se encontró y desactivó en la comisaría de Vallecas en la madrugada del 11 al 12 de marzo) estaba amañado.
La bomba de la mochila que no explotó tenía, obviamente, una bomba de relojería. No se sabe cuando explotará, pero no creo que tarde mucho. Paciencia.
Publicado en paralelo en Noticias de Eurabia y Zetapolleces.
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