De la banalidad del mal

Es un tema recurrente entre mis amistades la situación de deriva y destrucción de España y de la Constitución de 1978, en que está embarcado este Gobierno bajo la batuta del Sr. Rodríguez. El episodio de la liberación de un asesino en serie, parece haber llevado al límite la miseria y la ignominia.

Vamos dando diversas explicaciones sobre las causas posibles y me he fijado que, junto a otros argumentos, abundan las explicaciones basadas en la personalidad del Sr. Rodríguez: el fantasma de su abuelo que le exige venganza (en un estilo digno de Shakespeare), odio a España y a lo que representa; rojo y bolchevique furioso (esto supongo que le llena de orgullo). Principalmente explicaciones de carácter personal.

Con ocasión del proceso de Eichmann la escritora judía Hannah Arendt analizó al personaje y publicó su estudio: “Eichmann en Jerusalén” con el subtítulo “la banalidad del mal”: jefecillo vulgar, funcionario metódico, aplicado y eficiente. Nada era extraordinario y todo en él era banal. El mal extremo puede estar recubierto por la banalidad

Soljenitsyn da un paso más y nos dice: es tranquilizador explicar la barbarie más inconcebible de la humanidad por la locura y la monstruosidad de dos personajes. Efectivamente, nadie espera encontrarlos en su comunidad de vecinos, siempre pensamos que son excepciones improbables. Soljenitsyn añade: debemos mirarnos a nosotros mismos, a nuestra sociedad, para encontrar la explicación.

Aunque las diferencias con esos personajes son abismales, la evidente banalidad del presidente español, teñida de una cursilería rosa y vacua, me ha llevado a mirar en nosotros mismos para intuir las causas de nuestra miseria e ignominia por debajo de esa banalidad.

Gianni Vattimo en su teoría del “pensamiento débil” nos dice que en la postmodernidad han desaparecido “las categorías fuertes y las legitimaciones con pretensión de abarcar la totalidad del ser humano” (el “pensamiento fuerte”), es decir, han desparecido las razones que fundamentan en nombre de la verdad, cualquier pretensión normativa. Los hombres ruedan hacia una vida ausente de fundamentos de algún tipo. Parece que a los hombres del este siglo no les queda más que acostumbrarse a “convivir con la nada”. (Ideas tampoco excesivamente originales).

Como corolario: todo es intercambio (bienes, servicios, valores, creencias). Banalmente intercambiables. El poder consistiría en la operación de establecer los intercambios y fijar los precios. Encaja perfectamente con una economía de consumo de masas.

Creo que nuestro presidente es sencillamente banal y maneja todos los intercambios a su alcance para mantenerse en el poder, apoyado en una sociedad que fundamentalmente piensa de la misma manera.

Un sicario de los Corleone lo diría con más precisión y sin tanta palabrería, al deshacerse de un rival incomodo: “Es cuestión de negocios, no hay nada personal”.

Desgraciadamente los ejemplos anteriores nos indican que lo banal puede producir la degradación, la injusticia y el desastre.