Hoy hace 4 años

se cometía el atentado terrorista más brutal que haya sucedido en suelo europeo.

Entre otras cosas, trajo como consecuencia, un vuelco electoral gracias a la agit-prop que se dio en los días posteriores.

Y como consecuencia de ese vuelco electoral, hoy seguimos igual que hace 4 años: preguntándonos quiénes ordenaron la masacre. Y con una sentencia que nos deja más dudas que certezas. Una de ellas es ¿qué tipo de explosivos se utilizaron? Porque no es una pregunta trivial: varias personas fueron acusadas de haber provisto un explosivo determinado, que no se ha podido probar que fue el que realmente explotó. Y se sabe que las supuestas pruebas que los incriminan han sido manipuladas y alteradas por los investigadores policiales.

Y esto genera varios problemas:

1. por un lado, se están vulnerando los derechos humanos y constitucionales de esos acusados, porque se los ha acusado en base a pruebas alteradas.


2. se han dejado de investigar otras pistas e hipótesis, únicamente porque no convenía políticamente al gobierno (un atentado islamista "es culpa de Aznar y el PP", pero un atentado de ETA habría demostrado que el gobierno de entonces no mintió).


3. Se le niega justicia a las víctimas, porque no tienen certeza de que los condenados hayan sido realmente los autores de la masacre.

Pero esas cosas no importan. Ahora tienen una víctima más -y propia- para llorar ante las cámaras: Isaías, el que con su vida pagó el precio de una victoria electoral que no es tal. Porque quedar en manos de los nacionalismos de derecha para formar gobierno, se me antoja la más amarga de todas las victorias electorales posibles para Zapatero.

España podrá irse despidiendo de Vascongadas y Cataluña. A la justicia, la verdad y la decencia ya las despedimos hace 4 años, y si bien intentaron regresar este domingo, acabamos de cerrarle la puerta en las narices.

Pero volverán.