"Los franceses nos creemos superiores"
ALAIN TOURAINE, FILÓSOFO
"Los franceses nos creemos superiores"
Publicado en La Vanguardia
Tengo bastantes años como para percibir que los políticos aún hablan en latín y ya ni entienden ni son entendidos por la calle. Soy parisino. Libertad, igualdad, fraternidad... ¡Y laicismo! El poder religioso es el peor enemigo de la libertad en la banlieue. España es la gran historia de éxito de la Unión Europea y Barcelona el gran éxito de España
LLUÍS AMIGUET - 28/11/2005-
- ¿Cómo evitar otra revuelta en la banlieue?
- Corte la cabeza a los franceses y ponga otra en su sitio.
- ¿. ..?
- Los franceses tenemos que cambiar nuestro modo de pensarnos a nosotros mismos y a los demás. Nos creemos superiores y a los que consideramos no franceses, inferiores.
- ¿Y quién es francés y quién no?
- Ésa es la pregunta. Recuerde a Simone de Beauvoir cuando razona que la mujer será inferior mientras sea pensada como la otra, la diferente, una excepción cuando trasciende su papel subordinado. Del mismo modo, el francés piensa que los venidos de fuera y sus hijos y nietos son los otros, los no franceses, y por tanto, ciudadanos de segunda.
- ¿Es una pataleta por ser ninguneados?
- Los franceses de origen árabe de la banlieue perciben ese rechazo e interiorizan el menosprecio y reaccionan con ira y violencia, quemando coches, para que les acepten.
- ¿No se arreglaría ese malestar con inversiones, puestos de trabajo, becas...?
- ¡Ese no es el problema! Es parte del problema y una consecuencia de ese error, pero la revuelta no se produce por hambre ni por empleo sino por autoestima herida, por ese dolorido sentimiento de hijo repudiado.
- ¿Y de ahí a la violencia organizada?
- Si no te aceptan como uno de ellos, tú acentúas con orgullo aquello que te diferencia y te margina: serás más árabe. Fíjese en lo que está pasando en la banlieue: estamos retrocediendo en los derechos individuales de nuestras ciudadanas francesas y la situación es hoy mucho peor que hace diez años.
- Paro, pobreza, marginación...
- ¡No es eso! Insisto en que es la cultura lo que está en juego. Hace diez años, las jóvenes argelinas envidiaban a sus amigas emigradas a Francia por sus libertades individuales. Hoy es al revés: las francesas de origen musulmán en la banlieue no pueden salir de casa con faldas, porque si las ve su hermano les pega una paliza y las recluye en casa.
- ¿De verdad?
- Esas chicas, asustadas, se llevan la falda en una bolsa hasta el metro y cuando llegan al centro se cambian. ¡Hemos retrocedido y ellas han perdido sus derechos ciudadanos!
- ¿Por qué?
- La banlieue ha captado el mensaje: si son los otros, se han propuesto serlo de verdad. En muchos supermercados ya no le servirán ningún tipo de alcohol ni una cerveza ni carne de cerdo ni productos considerados impuros y allí usted se sentirá un extraño.
- ¿No exagera?
- Me quedo corto. Estoy trabajando con mujeres musulmanas para mi próximo libro y muchas de ellas jamás han dicho yo.
- Comprendo.
- ¡No les han dejado ser sujetos, sólo objetos! Estos diez últimos años la banlieue ha hecho el viaje opuesto a Occidente, donde cada vez somos más individualistas y más yo que nunca, donde ya nadie nos consideramos obreros o patronos sino viajeros hacia nuestro interior. Mientras nosotros somos cada vez más sujetos autofundados, ellas son más negadas y han asumido esa negación.
- Pero son nuestras ciudadanas.
- ¡Pues claro! "¡Ni putas ni sumisas!".
- ¿A qué se refiere?
- A esa valiente asociación de francesas de origen árabe que luchan contra el retroceso de sus derechos en esta última década de islamización radical de nuestros barrios.
- Francamente: pensaba que la economía era la raíz del problema.
- Usted y toda la clase política. Pero el paradigma ha cambiado. Es parecido a lo que sucedía en el XIX cuando el partido liberal y el conservador dirimían frivolidades en el Parlamento mientras el curso de la historia se decidía en sindicatos y fábricas.
- Pero las clases siguen luchando.
- Su lucha ya no es el motor de la historia. Durante un siglo el reto era conciliar la capacidad de crear prosperidad del capitalismo con la necesidad de distribuirla con justicia, pero hoy el conflicto que genera todas las energías es cómo convivir con culturas diferentes y armonizar la identidad cultural y la diversidad con los derechos individuales.
- ¿Usted qué propone?
- Libertad, fraternidad, igualdad y... ¡laicidad! Defender los derechos individuales frente a las imposiciones culturales religiosas. Occidente se forja desde el siglo XIII en la lucha entre el papa y el emperador. Y aquí hay que recordar aquello tan vigente de "Al césar lo que es del césar...".
- ¿Y el islam?
- El islam que se impone en la banlieue no permite la libertad religiosa: dentro del islam no puedes, por ejemplo, casarte con quien quieras si es de otra religión. Yo lo denuncio.
- ¿Qué hacer?
- Occidente debe defender los derechos de sus ciudadanos frente al poder espiritual: es inadmisible que aparezcan familias polígamas en el centro de Francia; no podemos permitir que se menoscaben los derechos de nuestras ciudadanas sean de la religión que sean. Y, por cierto, me temo que, en esa laicidad, ustedes los españoles y Estados Unidos tienen aún mucho camino por recorrer.
- Tal vez, pero de momento nuestra banlieue no protesta.
- Porque sus inmigrantes en España todavía son de primera generación y también debo admitir que su cultura es más flexible.
- Usted pone la cultura en el centro de todo.
- Identidad. Todos estamos mirando hacia dentro de nosotros mismos y al mismo tiempo nuestros problemas privados son ya los públicos y son los problemas: homosexualidad, feminismo, aborto, eutanasia...
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