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lunes, febrero 06, 2006

La leyenda del Golem y de como terminó en la Moncloa

Cuenta la leyenda que durante la segunda mitad del Siglo XVI, vivía en la judería de Praga un hombre muy erudito y con mucha experiencia. Conocía a la perfección el Talmud y la Cábala, y además poseía grandes conocimientos de matemáticas y astronomía.

Conocía las claves de muchos secretos de la naturaleza que estaban ocultos para el resto de los hombres, y sabía obrar maravillas que dejaban asombrada a la gente. Su nombre era Yehuda Löw, el rabino Löw.

La más asombrosa maravilla del rabino Löw fue la creación de su Golem. La palabra "Golem" figura en el Antiguo Testamento, donde significa "germen, embrión".

Más tarde, la expresión "Golem" se aplicó a un hombre inculto, rudo y necio, y también servía para referirse a un objeto inacabado. Finalmente también se utilizó para designar a una criatura artificial, que carece de alma y que cobra vida gracias a la fuerza mágica del nombre de Dios. En la Edad Media surgieron las primeras instrucciones para crear un Golem.

El rabino Löw creó a su servidor Golem de arcilla. Le infundió vida introduciéndole en la boca el "shem", una pequeña tira de pergamino con una inscripción mágica en hebreo que contenía el nombre de Yahveh. El rabino no podía dotar a la figura de arcilla del poder de discurso, porque el espíritu viviente que habitaba el Golem era sólo una clase de vitalidad animal, no un alma.

El Golem trabajaba por dos, acarreaba agua, cortaba leña, barría el suelo de la casa del rabino, y ejecutaba toda clase de tareas agotadoras.

El Golem no comía, no bebía y no necesitaba descanso. Sin embargo, al llegar el shabat, los viernes antes de la salida de la primera estrella, cuando debían cesar todos los trabajos, el rabino retiraba el "shem" de la boca del Golem, y este quedaba inmóvil, en un rincón de la casa, como un muñeco inerte. Terminado el shabat, la arcilla muerta recuperaba la vida luego de que el rabino volviera a introducir el shem en su boca.

Una vez, mientras se preparaba para oficiar la ceremonia del shabat en la sinagoga, el venerable rabino Löw se olvidó del Golem y no le sacó el shem de la boca. El rabino entró en la sinagoga y apenas había entonado el primer salmo, cuando llegaron corriendo unas personas de su casa y varios vecinos, aterrorizados. Le contaron al rabino que el Golem estaba enfurecido y que destrozaba todo lo que estaba a su alcance. Nadie podía acercarse a él, porque el furioso Golem lo mataría.

El rabino vaciló un instante porque se iniciaba el shabat y el canto del primer salmo ya se había realizado. Todo trabajo, toda labor, todo esfuerzo, por más insignificante que fuera, era a partir de ese momento, un pecado. El rabino pensó entonces que en realidad no había comenzado ya que no había terminado de cantar el primer salmo, y entonces se levantó, y se dirigió apresuradamente a su casa. No había llegado aún cuando ya escuchaba tenebrosos ruidos y ensordecedores golpes.

Entró entonces el rabino Löw y contempló horrorizado los estragos causados por el Golem: platos rotos, mesas, sillas, arcas y bancos volcados, libros esparcidos por el suelo. Había devastado el interior de la casa, y se había ensañado con los animales también, ya que todos los animales domésticos del rabino -gallinas, el gallo, pollos, perro y gato- yacían muertos en el suelo. Incluso había arrancado de la tierra un tilo de grueso tronco como si se tratara de una brizna de césped.

El rabino se dirigió inmediatamente al Golem. Lo miró fijamente, extendió sus brazos, y cuando estos rozaron al Golem, éste se estremeció. Miró atónito a los ojos del rabino como si la fuerza que emanaba de ellos lo hubiera inmovilizado. El rabino metió rápidamente la mano entre los dientes del Golem y sacó el shem.

El Golem se desplomó al suelo como si hubiera sido fulminado por un rayo, convertido nuevamente en un muñeco de arcilla. Todos los presentes, que se habían quedado a la puerta de la casa presas del pánico, lanzaban ahora exclamaciones de júbilo y sin temor se acercaban al inerte Golem, burlándose de él e injuriándolo.

El rabino respiró hondamente, y sin decir ni una sola palabra, regresó a la sinagoga, retomó el salmo y concluyó la ceremonia de inicio del Shabat.

Pasado el día del shabat, el rabino Löw no volvió a introducir el shem en la boca del Golem, y así éste ya no recuperó la vida, y como muñeco de arcilla fue depositado en el desván de la Sinagoga . El rabino Löw prohibió que ninguna persona se entrara jamás al desván, y así el Golem acabó transformándose en polvo.

Hasta aquí la leyenda judía del Golem. Leyéndola me surge el siguiente interrogante: ¿Será verdad que el Golem se transformó en polvo en el desván de la Sinagoga? A veces creo que tal vez fue secretamente sacado de allí y olvidado en algún lugar de Valladolid o León, desde donde llegó a Madrid. Allí, una especie de nuevo rabino Löw pero sin su sabiduría, un zar mediático lleno de codicia y enfermo de ambición, le colocó un nuevo shem en la boca al viejo Golem reconvertido ahora en ZapaGolem. Y lo colocó en la Moncloa, donde el Zapa Golem comenzó a hacer destrozos. ¿Sabrá el zar Polanko quitar de la boca del Zapa Golem el shem? ¿O dejará que arrase con todo?

Borges decía del Golem:

"...Algo anormal y tosco hubo en el Golem,
ya que a su paso el gato del rabino
se escondía. (Ese gato no está en Scholem
pero, a través del tiempo, lo adivino.)

Elevando a su Dios manos filiales,
las devociones de su Dios copiaba,
o estúpido y sonriente, se ahuecaba
en cóncavas zalemas orientales..."

y por boca del rabino se preguntaba (y con Borges nos preguntamos nosotros):

"...¿Por qué di en agregar a la infinita
serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
madeja que en lo eterno se devana,
di otra causa, otro efecto y otra cuita?..."

4 Comments:

At 08 febrero, 2006 17:20, Blogger zetapolleces said...

era complicadillo el Borges.
Pero es cierto que Zapatero se parece mucho al golem. No tiene alma ni cerebro y vive gracias a un brujo que le dio la vida.
Y también está sin control, destruyendo todo.
Pero no parece que alguien pueda sacarle ese shem de la boca. ¿O si?

 
At 12 febrero, 2006 16:16, Anonymous Anónimo said...

entonces es muy fácil destruir al golem. Si no tiene más a la Ser y a El País de su lado, se convertirá en un montículo de polvo.
A por Don Jesús, entonces.

 
At 12 noviembre, 2006 01:10, Anonymous Anónimo said...

Hasta aquí la leyenda judía del Golem. Leyéndola me surge el siguiente interrogante: ¿Será verdad que el Golem se transformó en polvo en el desván de la Sinagoga? A veces creo que tal vez fue secretamente sacado de allí y se convirtió en un oscuro personajillo de despacho de inspección del ministerio de Hacienda, desde donde llegó a Madrid. Allí, una especie de nuevo rabino Löw pero sin su sabiduría, un zar mediático lleno de codicia y enfermo de ambición, le colocó un nuevo shem en la boca al viejo Golem reconvertido ahora en AnanarinGolem. Y lo colocó en la Moncloa, donde comenzó a hacer destrozos, colaborando con otros seres oscuros de rincones más alejados del globo
Con el tiempo, afortunadamente se convirtió en polvo, en la nada que era, y de donde nunca debió ser sacado

 
At 07 octubre, 2007 13:47, Blogger zetapolleces said...

¿Sabes por qué no cuela tu final, Anónimo progre?

Porque "Ananarin" no es un golem. Porque "Ananarin" es ALGUIEN respetado en los círculos internacionales importantes.
Porque "Ananarin" sigue concitando el interés nacional e internacional cada vez que habla.
Porque "Ananarin" no es un muñeco de barro ni un zetapollas talantero, sino un estadista, muy mal que te pese.
Y como estadista que es, las mentes cortas le odian.

 

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