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viernes, noviembre 17, 2006

"Memoria histórica": La Segunda República no era federalista.

Ni mucho menos. Así empezaba:

Título Preliminar. Disposiciones generales

Artículo 1º: [...] La República constituye un Estado integral, compatible con la autonomía de los Municipios y las Regiones.

Artículo 4º: El castellano es el idioma oficial de la República.

Todo español tiene obligación de saberlo y derecho de usarlo, sin perjuicio de los derechos que las leyes del Estado reconozcan a las lenguas de las provincias y regiones.

Salvo lo que se disponga en leyes especiales, a nadie se le podrá exigir el conocimiento ni el uso de ninguna lengua regiona

Contundente. En relación con el federalismo que nos proponen para "veretebrar España", es obvio que se trata de una trampa:
en el Discurso del Presidente de la Comisión Parlamentaria constituyente, leído en 1931 por el socialista (y penalista de profesión) Jiménez de Asúa, se dice explícitamente «No hablemos de un Estado federal, porque federar es reunir. Se han federado aquellos Estados que vivieron dispersos y quisieron reunirse en colectividad.» (Jiménez de Asúa, Discurso del Presidente de la Comisión redactora del Proyecto de la Constitución de 1931).
Por supuesto, los que menos se creen el cuento del federalismo unificador son los que lo proponen:
Esta implicación de la lógica federalista, sin embargo, la conocían muy bien los catalanistas separatistas, siendo muy conveniente para ellos que en determinados partidos cuajase, como en efecto cuajó, semejante aborto conceptual federalista: «Si hoy llegase a España una federación, por fuerza tendría que ser regional, y Cataluña, con plena personalidad, debería unirse federativamente, no con naciones, sino con fantasmas de regiones y con fantasmas de naciones, y yo no creo que a nosotros nos convenga la compañía de fantasmas (Muy bien, Aplausos). Me permito, pues, alterar aquel programa predicado por hombre respetabilísimos, de plena sinceridad radical en Cataluña, que dicen: conseguiremos la independencia de Cataluña, y conseguida la independencia, pactaremos la federación, es decir: formación del Estado catalán y federación con los otros pueblos ibéricos. Estos dos tiempos, yo no los veo consecutivos. Veo otra fórmula. Es la siguiente: primer tiempo, la plena soberanía; segundo tiempo –un tiempo largo–, nos lo pensaremos... (risas); tercer tiempo, aquello que convenga, a la hora debida lo dirán los catalanes que deban resolver el problema (grandes y ruidosos aplausos)» (dice Rovira Virgili, en Els camins de la llibertat de Cataluña, Publicacions de Acció Catalana, Barcelona, 1922)
A pesar de todo esto, al igual que en los mementos actuales, las izquierdas hicieron a los secesionistas catalanes unas concesiones imprudentes que mostraban su debilidad claudicante. Este es de Azaña, haciendo unas promesas que Zapatero renovó hace poco:
«Yo concibo, pues, a España con una Cataluña gobernada por las instituciones que quiera darse mediante la manifestación libre de su propia voluntad. Unión libre de iguales con el mismo rango, para así vivir en paz, dentro del mundo hispánico que nos es común y que no es menospreciable. Y he de deciros también que si algún día dominara en Cataluña otra voluntad y resolviera ella remar sola en su navío, sería justo el permitirlo y nuestro deber consistiría en dejaros en paz, con el menor perjuicio posible para unos y otros, y desearos buena suerte, hasta que cicatrizara la herida y pudiésemos establecer al menos relaciones de buenos vecinos. No se dirá que no soy liberal. Pero si esto ocurriera, y en el momento que se presentase, el problema sería otro. No se trataría de liberación común [respecto a la «tiranía» de la dictadura monárquica], sino de separación. No es lo mismo vivir independiente de otro que vivir libre. Nuestro país español es una prueba de lo que digo» (Azaña, Discurso de Barcelona del 27 de Marzo de 1930, sobremesa en el restaurante Patria de Barcelona)
¡Qué actual suena! Como este fragmento de una discusión sobre la política linhüística:
Dice Azaña «Nosotros estimamos que la universidad única y bilingüe es el foco donde pueden concurrir unos y otros; en vez de separarlos hay que asimilarlos, juntarlos y hacerlos aprender a estudiar y a estimarse en común; ése es el carácter que tiene la cultura española en Cataluña: doble, pero común. Y la segunda enseñanza... (El señor Royo Villanova: ¿Pero de quién va a depender la universidad?) Pues de la Generalidad. (El señor Royo Villanova: ¿Quién la va a pagar?) Cataluña, ¡quién la va a pagar! (El señor Royo Villanova: Entonces le digo a Su Señoría que la universidad no será bilingüe, sino catalanista y antiespañola). Pues le nombraremos a S.S. inspector y tendrá muy buen cuidado de que sea bilingüe. (El señor Royo Villanova: Llevaos todo, menos el espíritu español) Señor Royo Villanova, uno de los mayores errores que se pueden cometer en nuestro país –y permitidme que haga esta digresión para contestar a una expresión del señor Royo– es contraponer a las cosas y los sentimientos de Cataluña el espíritu español. (El señor Royo Villanova: Son ellos los que lo contraponen. Protestas y contra protestas)» (Azaña, Discurso como Presidente del gobierno de 27 de Mayo de 1932, en el debate parlamentario sobre el Proyecto de Estatuto de Cataluña).
Se pide el bilingüismo con el fin de prohibir el español... Cuarenta años más tarde se volvería a caer en la trampa. Es la consecuencia de olvidar la historia.

¿Republicanizar? Pues republicanicemos

1 Comments:

At 19 noviembre, 2006 22:51, Anonymous Anónimo said...

lo dicho anteriormente, para la izquierda una cosa es blanca o negra según las conveniencias del momento.

 

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