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miércoles, mayo 14, 2008

Una anécdota sobre María San Gil (y Aznar)

Imagino que conocéis El Manifiesto. Si no hacéis muy mal, y os perdéis cosas como esta:
María se enfadó, como es lógico. Protestó ante quien debía hacerlo: Aznar en persona. Semanas después de aquella primera petición, todos los subsecretarios del Gobierno –las gentes que de verdad administran el Presupuesto- recibieron una inesperada convocatoria: el Gran Bigote los convocaba en La Moncloa. Cuando los tuvo a todos reunidos, Aznar hizo entrar a una invitada especial: María San Gil.

Aznar les habló claro: tenían que dar a María lo que ésta pidiera; pronto y sin excusas; era una orden. Fue digno de verse: cuando se conoció la “aznarada”, los mismos que desdeñaban a la heroína del PP en Guipúzcoa, puro frente de guerra, se deshacían ahora en elogios a aquella mujer que, evidentemente, sabía qué terreno pisaba. No sé si María San Gil logró toda la información que necesitaba. Lo que sí me consta es que meses después, pasado el susto de aquella intervención del Gran Bigote en carne mortal, a más de uno volví a escucharle comentarios despectivos hacia María, doblados ahora, además, con el rencor de quien se había visto humillado.



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