La COPE somos todos
Artículo publicado por Guillermo Urbizu en El Semanal Digital, el 3 de diciembre
Y todos son todos. Los de izquierdas, los de derechas y los de mediocentro. Hasta los democratacristianos. Los del Barça, los del Madrid o los del Zaragoza. Los que leen El País o los que prefieren El Mundo o La Razón. Los que son religiosos y los que no lo son. Sí, todos. Y cuando escribo todos me refiero, claro está, a todos aquellos que todavía piensan que merece la pena defender la libertad, a todos lo que conservan un pelín de vergüenza ajena y de sentido común democrático.
Los hechos se precipitan, hieden. El descaro naciolenguaraz es cada vez más irracional y perverso. "Irrumpe una estridencia", dice un verso de Jorge Guillén. Pero en este caso las estridencias se multiplican en España como grotescas alimañas políticas, en una cáustica corrupción que es preciso detener. A pesar de Rodríguez -llamado el rojo- y demás acólitos. A pesar de nuestro propio gobierno, que se difumina en la deserción.
Porque el presidente Rodríguez no pone coto a los desmanes, como es su obligación. Al contrario, los incita y los excusa. Es más, los utiliza. Con sus pejipalabras y con sus silencios. Desmanes que tienen nombres y apellidos. La situación de acoso a la Cope no es un hecho aislado. Forma parte de un entramado visceral que es difícil de conjugar con el buen talante, y que comenzó con el asedio a las sedes del Partido Popular. Eso lo recordamos todos.
Es Rodríguez el responsable último del desbarajuste actual. Él, y Maragall, y Montilla, y Rubalcaba, y los que se ocultan entre bambalinas. Gentes del PSOE que amparan con su vesania el ataque a la Cope, el ataque a la libertad de expresión. Callan, disculpan o cambian de conversación. Hay que acabar con la Cope, ¿verdad Rodríguez? Como sea. Pues os produce urticaria -¡ay Pujol, tan ladino!- escuchar cada día la verdad desnuda de vuestra cochambre.
La Cope reúne dos características que la hace especialmente detestable a ojos de
todos estos galácticos de la bilis: su oposición al engaño sectario, defendiendo la unidad de España frente al diálogo con terroristas, y su anclaje en los valores cristianos. Por eso la atacan sistemáticamente con la peor gasolina que existe: su odio. A las pruebas me remito. Desde el comienzo de la legislatura la persecución a la Iglesia -en sus más diversos registros- y la exclusión del adversario político ha sido la constante de Rodríguez. Él sabrá por qué.
Amenazada está la Cope, como amenazados están otras personas y otros medios. El terrorismo acecha en un caldo de cultivo cada vez más favorable. Tiene razón Jaime Mayor Oreja al decir que "algo falla cuando ETA aplaude al Gobierno". Algo falla cuando ETA se vincula al Estatut. Algo falla cuando Terra Lliure vuelve a las calles (si es que las había dejado). Algo falla cuando el Presidente del Gobierno de España excusa la mentira, fomenta el encono y cohabita con Perpiñán.
Por todo ello estoy con la Cope. Con cada uno de sus periodistas y colaboradores. Porque su libertad es la mía. Porque su libertad es la de todos. Hoy más que nunca.
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